Artículo | Los cuervos vuelan boca arriba en el Sahara
Por Maider Saralegi Gutierrez

Dicen que en los campamentos de refugiados saharauis los cuervos vuelan boca arriba para no ver la miseria que tienen debajo. Cuando lo oyes por primera vez sientes un escalofrío en el cuerpo. Cuando viajas allí, descubres el porqué.
En mi primer viaje allí descubrí como al pueblo saharaui podrian robarle muchas cosas pero jamás podrán robarle soñar. Una sociedad que sueña con recuperar lo que les arrebataron de la noche a la mañana; sus tierras y sus derechos humanos.
Sahara Occidental, la que fue provincia 53 de España y ahora es un territorio ocupado por el reino de Marruecos en el que España aún tiene mucho que ver, y sobre todo, hacer. Allí está el segundo muro más largo del mundo después de la muralla China, el muro de la vergüenza. Custodiado por soldados marroquíes y rodeado de minas anti personas, se separan familias que llevan casi 50 años sin verse. Unos no pudieron huir y viven bajo la ocupación y violación de derechos humanos del colono marroquí y otros intentan no morir en los campamentos de refugiados de Tinduf, en Argelia. Hay otros tipos de virus que también matan y separan, y para ellos la única vacuna es un referéndum en el que el pueblo saharaui pueda llegar a conseguir su autodeterminación.
Nadie ama más la paz que la población saharaui. Ninguna madre quiere que su hijo muera en la guerra, pero tampoco quieren que mueran de hambre, de sed o de enfermedades. Los tambores de guerra llevaban mucho tiempo sonando y todo era cuestión de tiempo. Desde mi casa en País Vasco y mediante los contactos que tengo en los campamentos y las personas saharauis que residen en España seguí día a día lo que llevaba varias semanas pasando en Guergerat, paso fronterizo con Mauritania liberado por el Frente Polisario, es decir; tierra en la cual Marruecos no permanece. De forma pacífica se manifestaron durante varias semanas un grupo de saharauis que paraba el tráfico de los camiones que salían con los recursos naturales del Sahara Occidental que Marruecos expolia. Ver camiones llenos de comida que tu propio país tiene, como los bancos de pesca, mientras tus hijos no pueden comer todos los días en los campamentos es algo que nos enfadaría a cualquiera. Cuando el equipo de Extraradio se puso en contacto conmigo, esos tambores ya sonaban muy fuerte y es que la guerra en el Sahara Occidental ya había estallado. La parte saharaui, el Frente Polisario, avisó en más de un comunicado que cualquier acción que atentase contra tierra liberada o personas saharauis por parte de Marruecos sería el fin del alto al fuego firmado en 1991. Y así ocurrió.
Ningún pueblo desea nunca una guerra, y mucho menos éste que lleva tantos en conflicto. Y es que en los campamentos de Tinduf aún sobreviven ancianos quemados por napalm y fósforo blanco, porque esos fueron los materiales con los que Marruecos invadió su tierra y atacó a sus civiles. Cuando les conoces no te impactan las graves quemaduras que permanecen en su piel, sino la esperanza que transmiten sus ojos. La esperanza y la espera han ido de la mano todos estos años.
Estos días los cuervos no vuelan boca arriba en los campamentos. Estos días los cuervos se han posado a observar cómo un pueblo que pelea contra la muerte todos los días se ha cargado de fuerza para volver a luchar por su libertad. Que nadie os hable de paz cuando los niños siguen oyendo hablar de guerras. Niños que no conocen su verdadera tierra y que esperan lo que ningún niño debería de esperar; la libertad y existencia ante el mundo.
El pueblo saharaui debe de ser libre. Y debe de serlo ya. Al Sahara se le somete, pero no se le vence.